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domingo, 27 de noviembre de 2011

Sin autodominio el auto podría dominarte


Por: María Inés Maceratesi

Hoy es el Día Mundial de la Violencia Vial, y nuevamente las noticias nos sorprenden con un nuevo incidente vial: un conductor ebrio impacta sobre la cabina de peaje en la autopista Ricchieri y mata al cobrador. No hay mucho más para decir ya que estos hechos se repiten semana tras semana, especialmente los sábados por la noche y madrugada del domingo. El tema es muy preocupante, porque otra vez el alcohol está presente como causal de tantos desastres que se pagan con vidas humanas. Lamentablemente se toma muy a la ligera esta situación, y cualquier intento de sancionar como corresponde a los conductores que manejan luego de haber ingerido bebidas alcohólicas parecería ser una intromisión en la vida privada en medio de una sociedad que pretende moverse en los límites antes que en la mesura y la sensatez.

La raíz del problema -que es grande y grave- se la podría buscar por diversas vias; algunos serán partidarios de soluciones extremas expresadas a través de prohibiciones varias que, por supuesto, necesitan el compromiso de las autoridades correspondientes, como puede ser más controles, más restricciones, más sanciones o más dispositivos de seguridad y prevención, pero lo cierto es que ninguna medida puede reemplazar a la autoprohibición, el autocontrol, la autorrestricción o la autosanción en el sentido de que las cosas son lo que son, pero se convierten y transforman a través del uso que de ellas hace una persona.

De ahí que si decimos que alguien no puede conducir porque bebió alcohol, deberíamos plantearnos si el alcohol impacta en todas las personas de la misma manera, ya que algunas son afectadas por mínimas cantidades y otras no.

El cuerpo da señales

¿Pero quién puede evaluarlo?; solamente quien bebe conociendo la reacción de su organismo al alcohol. El cuerpo da señales que generalmente no son registradas como corresponde; da señales de todo tipo, físicas y psíquicas; también sensoriales como mareos, pérdida de sensibilidad, vista nublada, lenguaje entrecortado; simplemente hay que reconocerlos, escucharlos y tenerlos en cuenta para el futuro, si es que ya se han experimentado. Ese es un caso, quien experimentó las consecuencias y está dispuesto a no volver a repetir la experiencia especialmente si luego debe conducir un vehículo, pero también está el individuo que anticipadamente decide no beber alcohol porque ha sido advertido de las consecuencias posibles en caso de conducir, ya sea a través de la educación, de la publicidad o de la formación puntual. Este último puede decirse que ha confiado en lo que le han transmitido a manera de prevención y lo pone en práctica, no se rebela ni se arriesga, se AUTODOMINA en función de un bien mayor como es conservar y cuidar la vida propia y ajena.

El autodominio es una virtud, y una virtud es un bien superior que nos debería caracterizar como seres humanos. Lamentablemente, en la actualidad, una vida virtuosa es considerada una aburrida antigüedad porque no transgrede normas tácitas y consensuadas por costumbres; alguien con virtudes hoy en día es poco menos que un anormal. ¿Y quién está dispuesto a ser catalogado de esa manera?, solamente el que posee autodominio o autocontrol, o sea el que antes de dominar o caer en el desenfreno, el error o la estupidez, prefiere dominarse a sí mismo, el que se conoce y comprende que si hace o no hace tal o cual cosa, los resultados cambian para bien o para mal; el que sabe y acepta que si hace algo que acarrea consecuencias graves no lo hace, se autodomina porque, lógicamente, ésta es la actitud que corresponde a un ser racional, y lo contrario lo equipara con los animales.

El autocontrol permite interactuar con las demás personas y ante las situaciones más adversas cuando se está realizando lo que se debe hacer para lograr los fines propios. (Definición Real Academia Española)

“Si vas a beber no conduzcas”

Muy cierto desde el punto de vista planteado, pero el asunto es cómo hacer que se entienda y acepte que nos encontramos hoy con jóvenes, y no tanto; con hombres y cada vez más mujeres que crecieron en la anomia familiar, social y política producto de dictaduras que hay que superar y que hizo que, en pos de los derechos humanos, nos convirtamos en individuos inhumanos, egoístas e individualistas que no les importa la vida propia y menos aún la ajena. Es muy difícil el equilibrio, encontrar el punto en el que se enciende la luz roja y nos dice: “Hasta aquí, más no te es conveniente”, y aceptarla, sin el ejercicio de ese autodominio mencionado que se comienza a inculcar desde pequeños en el seno de la familia.

Habría que pedirles a padres y maestros que entrenen a los chicos en este sentido tal como entrenan su físico para rendir deportivamente. Entrenar las virtudes, entrenar el autodominio puede ser que produzca el click que estamos buscando para evitar accidentes/incidentes de tránsito y de violencia en general, ya que quien no posee autodominio no puede dominar un auto.

Las consecuencias de esa falta de autocontrol están a la vista; basta leer los diarios o ver los noticieros por televisión. Por más que taladremos oidos con mensajes, contaminemos el ambiente con carteles en rutas y calles y nos rompamos la cabeza acusando a autoridades por falta de leyes, controles y sanciones, sin un individuo (recipiente) dispuesto a recibir y aceptar, inclinado a aprender de los que ya experimentaron, no cambiará nada.

Mucha gente, cuando se trata de educación infantil o juvenil, pregona la experiencia propia como la mejor escuela de aprendizaje, pero hay situaciones que llevan a la muerte y ¿qué padre o madre dejará a su hijo al borde del abismo para que se tire y se muera sin advertirle al menos?

Hay creencias viejas como “la calle es la mejor escuela” que hoy no forman parte de un discurso progresista; hoy el mensaje tiene que pasar por otro lado y el aprendizaje también, de lo contrario podemos llegar tarde. Si esperamos que la calle nos enseñe a conducir, por ejemplo, los resultados serán un desastre, porque el tránsito es caótico y la persona se vuelve también caótica y no acepta más que su parecer y todo lo mide desde su conveniencia.

Autodominio o el auto me domina

La advertencia referida “a mí me pasó”, o “tené mucho cuidado”, no son consejos innecesarios y menos aún con la calle como está hoy; pero hay que dar razones, y en estos casos una razón es una: “Si tomaste y conducís te podés matar o matar a otros, porque tus sentidos y reacciones normales están disminuidas y distorsionadas por el alcohol. Debes autodominarte o el auto te dominará, y de esta situación no se vuelve con vida”.

martes, 20 de octubre de 2009

El "reflejo" de nuestros fracasos en Seguridad Vial

Muchas veces me pregunto como poder expresar los resultados de nuestros fracasos como técnicos, profesionales, funcionarios, políticos en las múltiples áreas que hacen a la SEGURIDAD VIAL de nuestra sociedad.

Nuestros Fracasos que se hacen evidentes a partir de las contradicciones (“vendemos” los productos ponderando determinadas cosas como virtudes –velocidad, alcohol, etc.- y por otro lado los condenamos en nuestras leyes formales como los principales productores de daño) de los retrocesos (establecemos sanciones severísimas que luego disculpamos “magnánimamente”), de las acciones hipócritas (sancionamos leyes que luego no controlamos, y en muchos porque ni siquiera quien las debe controlar las cumple), de los intereses mezquinos y hasta “miopes” (la extensión de licencias de conducir es una “fuente” de recursos –económicos cuando no de “amiguismo”- antes que una responsabilidad social del estado) o en la simple demora de “tomas de decisiones” (¿cómo puede ser que aún en muchas jurisdicciones del país transportemos a nuestros hijos –escolares- en unidades que fueron desechadas del transporte público por vetustas?).
Hay tantos ejemplos de Nuestros Fracasos como técnicos, profesionales, funcionarios, políticos.
Pero
, ¿cómo reflejarlo?

Las Madres de la Asociación Valoremos la Vida nos hacen llegar la “carta” de una madre, Flor Zapata, (española, autora de un blog que en varias oportunidades he leído), solicitando su difusión. La carta ha sido escrita para otras madres en igual situación.
Pero no la quiero transcribir
desde la “comodidad” de la tercera persona, del “ajeno”.
Quiero transcribirla “involucrándome” y reflejando en sus palabras los resultados de nuestros fracasos (y digo fracaso, NO “frustración”, porque hay que seguir trabajando).


"Queridas compañeras en el dolor:

Muchos amigos y conocidos me piden de vez en cuando que escriba a otras madres en igual situación que yo, es decir "madres sin hijos" o con la pérdida de alguno de ellos.

Creo que ellos confían demasiado en que yo sea capaz de paliar vuestro dolor, porque quizás piensa que tengo facilidad para plasmar en el papel lo que sentimos todas las madres que hemos perdido a nuestros hijos.

Pero es sólo eso, plasmar nuestro sentimiento, porque en lo que se refiere a consolar, mitigar o apaciguar nuestro dolor, es imposible que haya nadie que sea capaz.

Todas nos reconocemos en las otras porque hemos pasado por lo mismo, aunque cada persona lo manifieste de una forma distinta.

Pero sí es cierto que entre todas nos podemos ayudar, porque hay algo muy fuerte que nos une. Es la fuerza que nos han dejado nuestros hijos para luchar.

Sé que todas hemos pensado y deseado morirnos, pero no es tan fácil morirse y aunque nos dejásemos morir, tardaríamos mucho y produciríamos más dolor a otras personas.

Creo que esta fue la conclusión a la que llegué, después de haber pasado por mi cabeza imágenes, fantasías o llamarlas como queráis, muy negras.

Mi dolor, mi rabia y me pena me hizo comenzar a escribir.

La muerte de mi hija no podía quedarse en una muerte absurda y mi hija que era una chica alegre, risueña, simpática con todo el mundo, bella por dentro y por fuera no podía ser invisible a los demás, no podía ser una muerte más.

No soy una persona fuerte físicamente, al revés, siempre he estado un poco pachucha, pero su fuerza se quedó conmigo y me propuse que haría lo posible para cambiar este mundo que ella apenas había disfrutado. No podía permitir que a otras madres les pasara.

Así comencé a escribir a todo bicho viviente y en especial a los jóvenes, principales afectados en este problema de los mal llamados accidentes de tráfico.

Os cuento esto, porque creo que sólo dentro de vosotras está la formula para paliar vuestro dolor. Sólo tenéis que encontrarla, aunque tardéis.

Nos queda algo importante por hacer, en nombre de nuestros hijos.

No los hemos traído a este mundo, no les hemos cuidado, luchado, educado, para que sus nombres, sus ilusiones, sus proyectos se queden en una cuneta o en una calle. Ellos no lo querrían.

Yo os invito a transformar vuestra rabia y vuestro dolor en fuerza. En una fuerza inmensa que nadie la pueda parar.

Somos "la mano que mece la cuna" y tenemos que hacer todo lo posible por cambiar esta sociedad. Cada una en su medida, cada una en su entorno, cada una según sus posibilidades y su área de influencia.

¡Luchemos por cambiar esta sociedad!

El alcohol, las drogas, la velocidad, la violencia, las prisas, la falta de valores, el dichoso dinero que todo lo toca y parece que es el único fin, todos ellos son temas sobre los que podemos influir y sobre los que merece la pena que empecemos a gobernar.

Encontrad la forma de hacer algo positivo.

Nuestro dolor jamás pasará, pero no podemos quedarnos en un rincón sin hacer nada. Seguiremos llorando, no importa, el llorar nos reconforta, pero andando y sobre todo, conseguiremos que otras madres no lloren lo que nosotras.

No tengáis prisa, no hay prisa, ya tenemos todo el tiempo de nuestra vida.

Y recordad que las mujeres además de traer hijos a este mundo, son las que lo mueven, somos el motor y es algo que tenemos que hacer nosotras, porque los hombres no serán capaces, quizás porque no les enseñaron a llorar.

Estamos unidas en el dolor.

Un beso muy, muy fuerte.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena



Nota y comentario:

La reflexión y la carta precedentes nos llegó a través del Dr. Eduardo Bertotti, Director de ISEV (Instituto de Seguridad y Educación Vial) y la transcribimos tal como nos la envió. Desde ya muchas gracias a Eduardo Bertotti porque esta carta quizá sea mucho más significativa que mil tratados de Seguridad y Educación Vial ya que solamente quien perdió un ser querido a causa de un accidente vial, puede expresar todo el dolor que brota de su corazón de la manera que esta madre lo hace. Esperemos que en un futuro no muy lejano, aprendamos a cuidar y respetar la vida. Nuestros fracasos, como los denomina Bertotti, a mi entender, pasan por desentendernos de nuestros derechos y deberes de ciudadanos aceptando y convalidando actos de corrupción menor que luego se transforman en una corrupción generalizada que tanto daño nos está haciendo.

María Inés Maceratesi

martes, 20 de enero de 2009

La educación vial implica una educación básica

En este Video, Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en una de sus habituales charlas con los vecinos, se refiere a la educación vial como parte de una educación básica y general que parte de cada ciudadano. Más allá de estar de acuerdo o no con la política que lleva adelante, lo que expresa es el deseo que todos tenemos de pasar de ser simples habitantes irresponsables y desentendidos de nuestra realidad, a ser ciudadanos conscientes de sus derechos pero también de sus obligaciones.

Video: Aire y Luz, blog del Gobierno de la Ciudad
Reflexión: María Inés Maceratesi

Caos urbano


Cuando transitamos a cualquier hora por las calles de Buenos Aires, puede sorprendernos en cualquier esquina un accidente automovilístico. A pesar de la existencia de semáforos y también frente a la presencia de algunos policías que están de guardia en algunas calles, el peligro sigue ahí y se agudiza día a día. A esa situación podríamos agregarle un elemento que es aún, a mi entender, mucho más preocupante, el humor y la agresividad de algunos conductores y/o peatones que no escatiman palabras y gestos a la hora de mostrar su disconformidad por alguna maniobra mal realizada o algún cruce de calle en momentos en que el semáforo nos advierte no hacerlo.

Me preguntaba entonces si será suficiente el sistema de resto de puntos de la licencia de conducir, si será suficiente una sanción cualquiera para evitar estas situaciones.

Un hecho puntual

Quisiera ejemplificar el tema con algo que me sucedió ayer, y no es la primera vez: voy caminando por una avenida , llego a la esquina de otra, espero la luz verde para cruzar y cuando llego a la mitad de la calle, un motociclista que tenía vedado el paso porque aún no se había puesto el semáforo en verde para él, arranca desde la primera fila de cuantos estaban esperando, a toda velocidad dejándome perpleja y paralizada en mitad de la calle; yo iba acompañada por lo cual le hicimos una señal de que tuviera cuidado por él y la respuesta no se hizo esperar, el conductor de dicha moto frenó un poco y se despachó con una descarga de insultos tremenda sobre nosotras.

Y no es la primera vez que nos pasa, nos sucede día a día en la calle, con los autos y motos, pero también en las veredas, con la gente que va caminando como si fuera sola y no circulara nadie más por ellas, así nos van pisando los pies, chocando y empujando sin miramientos de ningún tipo. Y ni qué hablar de las mamás jóvenes con cochecitos enormes que ocupan media vereda, o cuando hacen estacionar un taxi o un remise en cualquier lugar, aún frente a los portones de garages particulares -ojalá no tengamos que salir con nuestro auto en esos momentos porque será una odisea- sin importarles nada de los demás.

Los derechos propios finalizan donde comienzan los de los demás

Me pregunto dónde ha quedado ese axioma que dice que el derecho de uno termina donde comienza el del otro. Por lo menos, en algo regulaba nuestro proceder y nuestra conducta, había un parámetro que nos regía y que respetábamos; hoy no existe, hoy el derecho es mío y la obligación es de los demás para conmigo, esa parece ser la premisa. Desde luego que no debería serlo, pero lo es.

Hoy me despierto escuchando que asesinaron a un taxista, que un auto particular lo persiguió hasta que lo alcanzó - por un roce previo entre vehículos - y lo mató de cuatro balazos. ¿Pero dónde estamos viviendo los argentinos? ¿Cuáles son los valores que nos quedan como para organizar nuestra convivencia en este tiempo?. ¿Cómo ser parte, involucrarse y comprometerse con el otro si el otro no quiere y lo que es peor, si se enoja corremos el riesgo de que nos mate? ¿En razón de qué se permite a cualquier persona portar un arma sin evaluar su condición psicológica periódicamente?.

La inseguridad, el monstruo que nos persigue

¿Acaso la inseguridad es una excusa para todo? ¿Acaso será que es más válido actuar violentamente primero para que el otro no me gane de mano?. ¿Cuál es el rol que cumplen los policías que están en algunas esquinas ajenos a todo, jugando con sus celulares, enviando mensajes de texto o conversando con algún vecino sin interesarse por lo que sucede a su alrededor?.

¿Y de qué seguridad y educación vial tenemos que hablar cuando no tenemos educación básica, modales, capacidad de detener los impulsos agresivos, controlarlos y dirigirnos al otro con respeto, como si habláramos con nosotros mismos?

¿Puede ser que algunas personas estén tan enojadas consigo mismas que las lleva a enojarse con medio mundo?. Personalmente pienso que nadie que no se respete puede respetar a otro, nadie que no se valore puede valorar a los demás, nadie que no se sienta vulnerable puede entender que la vida es efímera y vulnerable, que un accidente puede dejar incapacitado a otro pero también a uno mismo, que todo tiene un límite pero hay que tener la madurez de reconocerlo y aplicarlo.

Vivimos en una sociedad inmadura y adolescente, como individuos expresamos nuestro deseo de que cambie para bien pero, en el fondo, cuando nos toca actuar en medio de mucha gente, demostramos una total incapacidad de autocontrol y sale lo peor de nosotros mismos en forma de incontinencia verbal primero y luego de manifestaciones físicas violentas.

Pero de nada sirve seguir haciendo un diagnóstico sobre estos temas, más vale comenzar a actuar y para ello, nada mejor que apelar a la cordura de, aunque sea una persona que se encuentre cerca nuestro; puede ser un padre, una madre, un hermano o hermana, un amigo, nuestro cónyuge...porque es casi imposible que dos o más tengan las mismas reacciones en el mismo momento.

Pasar de las palabra a los hechos

Supongamos que vamos en el auto, conduce nuestro esposo y alguien nos sobrepasa, seguro que él se pone nervioso, no le gusta que el otro lo sobrepase y comienza a perseguirlo ¿qué hacemos?...¿dejamos que lo haga porque si no sería mostrarse más débil? o por el contrario deberíamos calmarlo y conformarnos pensando: ¿no será mostrarse más fuerte y equilibrado adoptar una actitud de minimizar la acción por el bien propio?.

Quizá una actitud así será considerada una cobardía por muchos pero en estos tiempos en que uno no sabe con quienes se va a encontrar, si están armados o no, si son violentos o no, si tienen problemas psicológicos y se descargan con cualquiera, ese cualquiera puedo ser yo y puedo perder la vida como le sucedió al taxista esta mañana y le sucede a tantos otros en todo momento.

La desprotección ya no tiene parangón, las estructuras gubernamentales deberían comenzar por educar a los policías, dándoles instrucciones claras de cómo actuar y cuándo pero dándoles la libertad de intervenir ante situaciones que requieren intervención urgente.

Es común que haya un accidente de tránsito en cualquier calle y uno acuda al policía apostado en la esquina y éste le responda: "no puedo actuar, no me corresponde, no es mi jurisdicción" o cosas parecidas.

Esto me hace pensar en un pasaje del Evangelio, el del buen samaritano que se paró a ayudar a quien lo necesitaba sin importarle quién era ni de dónde era, simplemente lo ayudó mientras que los del lugar, incluido un sacerdote, le pasaron por delante sin ayudarlo.

Así estamos y esperemos que este año 2009 sea un año en el que se trabaje mucho por recuperar el sentido del valor de la vida humana en todos sus aspectos y etapas y que la educación en valores humanos sea la prioridad en todos los ambientes, en la familia, en la escuela, etc. Solo desde allí podremos seguir civilizadamente y ordenadamente trabajando para conseguir un ambiente vial en el que se respeten las normas.
Textos: María Inés Maceratesi

domingo, 4 de mayo de 2008

No encandiles ni te encandiles, todos podemos ser víctimas

Debido a los accidentes sucedidos en estos días y luego de recorrer la ciudad en automóvil, y verificar lo mal que se sigue conduciendo, comprobé que, a pesar de los mensajes emitidos desde todos los medios de comunicación, de las innumerables iniciativas destinadas a concientizar sobre la necesidad de conducir responsablemente, y de las acciones destinadas a la educación vial, seguimos teniendo una gran falencia como seres humanos, y el resultado está a la vista.

El viernes pude también, palpar de cerca el deterioro moral que causa la muerte absurda de una persona en un accidente de tránsito. Tres veces por semana concurro a un gimnasio y conozco a quienes se desempeñan como instructores y también a quienes van, como yo, a desarrollar una rutina.

Todo transcurre, generalmente en un clima distendido y de alegría pero el viernes al entrar, pude apreciar que todos tenían una expresión de tristeza infinita. Cuando pregunté por la causa me contaron que había fallecido el esposo de la instructora de streching, un imprudente alcoholizado al volante nuevamente era el responsable. La víctima: un joven de alrededor de treinta años que estuvo en coma varios días con el cerebro destrozado.

Realmente, después de haber escuchado el relato, me quedaban muy pocas ganas de seguir escribiendo en este blog (en el que no suelo aludir a situaciones personales) publicando consejos y colaborando para aportar un granito de arena tendiente a generar una conciencia colectiva en el tema vial. Al final, decidí que no debía dejarme vencer y que debía insistir con la temática pero, también reforcé mi parecer al respecto de que nada puede cambiar desde afuera; porque no es lo que llega del exterior lo que puede hacer que una persona sea consciente de su responsabilidad con respecto a sí mismo y a su prójimo.

En estos tiempos, como nunca quizá en otra época me parece que todo tiene que comenzar por la formación de una conciencia recta, que pueda responder a los desafíos de este tiempo diciendo “sí” cuando se debe y “no” cuando todo indica que es la mejor opción posible y aquí, cobra un especial e insustituible rol la familia. Habrá muy buenos planes para llevar a las escuelas la educación vial y se seguirán desarrollando ideas al respecto pero sin el compromiso de padres responsables no habrá hijos responsables, en todos los órdenes de la vida, que sepan elegir el bien y evitar el mal.

¿Qué adulto a esta altura no sabe que el conducir alcoholizado, por poca que sea la cantidad ingerida, a la larga o a la corta, alguna consecuencia tendrá y el resultado podrá ser la pérdida de una o más vidas? Pero parecería que lo que ha perdido valor es la vida y la capacidad de realizar opciones por ella. No hay conciencia de que la vida es una sola y aparte de valiosa, es corta ¿por qué entonces apresurar su final?.

También se advierte, en muchos casos, cierta dosis de omnipotencia y ese pensamiento infantil de “a mí no me va a pasar” que notamos en algunas personas, fruto quizá de una excesiva autoconfianza . Hay personas que actúan a partir de un pensamiento mágico, como si no tuvieran que realizar ninguna clase de aporte personal para evitar un accidente y así cometen toda clase de torpezas. Una de ellas es la que detallo a continuación y que lo sufrimos especialmente en las rutas.


El encandilamiento


El deslumbramiento corresponde a una pérdida temporal de visión, al ser iluminada una zona de la retina del ojo cuando éste no está adaptado a ese nivel de iluminación. Su gravedad reside en que, en ciertas condiciones, el tiempo necesario para recuperar la visión "normal" puede llegar a ser de un minuto, lo que implicaría recorrer a una velocidad de 100 km/h, más de dieciseis cuadras con la disminución reducida por dicho efecto, circulando la primera parte de ese recorrido, virtualmente "a ciegas".

Causas:

Los deslumbramientos tienen diferentes causas. No sólo pueden producirse por la iluminación de un vehículo que circule en sentido contrario, también puede producirse por otras circunstancias del entorno (incorrecta colocación del alumbrado público, amanecer, atardecer, reflejos, etc)

En todos los casos, el tiempo durante el que persiste el efecto sobre el conductor, depende entre otras cosas de la intensidad, frecuencia y duración de la luz y de las características de la via

Consejos:

No mirar de frente las luces del otro vehículo. Dirigir la mirada hacia el lado derecho de la calzada.
Reducir la velocidad lo necesario y si el deslumbramiento llega a privarnos de la visión, deberemos parar (en forma segura) hasta que nos hayamos recuperado.
Si el deslumbramiento viene producido por el espejo retrovisor, cambiar éste de posición con la mano o desviar un poco la cabeza.
Si el deslumbramiento es durante el día y debido al sol, colocar adecuadamente los parasoles.
Se debe tener especial cuidado los días de lluvia, ya que se aumentan los efectos del deslumbramiento por "reflexión" de la luz sobre la calzada.

Riesgos innecesarios

Para advertir al otro conductor que lleva la luz de largo alcance (alta) y nos molesta, se debe hacer algún destello, pero nunca "combatir" encendiendo las luces de tal forma de provocar un encandilamiento.
Esta picardía debe desterrarse por razones de seguridad y de respeto, ya que, de sumarnos al deslumbramiento, generamos una situación de riesgo para todos los involucrados en la vía pública.
Por otra parte, puede ser posible que el otro, no sepa que está encandilando (¿a usted nunca le pasó no darse cuenta de algo?) y entonces prejuzgaríamos su mala intención.

Deslumbramiento y edad

La resistencia al encandilamiento disminuye un 50% cada doce años.
El tiempo requerido para recuperarse del encandilamiento, también aumenta con la edad.

Esperemos que con el tiempo estos temas vayan adquiriendo la profundidad y el valor que merecen para que podamos todos circular por calles y rutas cuidándonos mutuamente.
Los que somos creyentes y pudimos adquirir ciertos valores trascendentes recordemos que hay consejos que, en lugar de prohibirnos cosas, nos invitan a ser prudentes para nuestro bien: el “no matarás” es uno de ellos.

Texto: María Inés Maceratesi

viernes, 11 de enero de 2008

¿Aprender o morir?

Por: María Inés Maceratesi

Comenzó el año 2008 y ya se han producido más de sesenta muertes en accidentes en rutas y calles de todo el país y, la discusión por estos días, en todos los medios de comunicación, pasa por descubrir dónde reside el problema, si en la falta de educación vial, si en la seguridad de los vehículos, si en el estado de las rutas...

A mi entender, como todo en este tiempo, no hay una sola causa ni hay un solo responsable sino que este estado de cosas se produce porque hubo años, décadas, en que se vivió al margen de toda norma, especialmente de la norma moral. Todos nacemos libres pero...¿nos da eso el derecho a hacer lo que nos viene en ganas?.

Escuché decir en un noticiero, a raíz de que en la ciudad costera de Pinamar (para los que no conocen es un lugar de veraneo muy elegante en la Provincia de Buenos Aires, Partido de la Costa) se está regulando y vigilando el uso de los cuatriciclos, que los conductores de dichos vehículos -en su mayoría adolescentes- carecen del registro especial necesario para su utilización, de modo tal que si llega a producirse un accidente o llegan a atropellar o matar a alguna persona, estarían en un grave problema.

Pero lo más significativo es que algunos padres y madres de estos adolescentes, se quejaban de que se les hiciera objeto de un control justamente en época de vacaciones y, lo peor aún, es que alguno dijo que si tenían dinero para comprar un cuatriciclo, también lo tenían para salir de cualquier aprieto. Una reflexión de lo más desubicada que nos da a entender que la corrupción está en pleno auge. ¿A quién medianamente educado en un sistema de valores morales claro se le ocurriría hacer semejante comentario si no hubiera un entorno sociocultural y político que lo avalara?.

No sabemos muy bien ni cuándo ni cómo ni qué tendrá que ocurrir para verificar un cambio de actitud en la sociedad y en esta cultura en que la vida es lo más barato, lo descartable y lo que menos merece ser cuidado. Quizá muchos estimen sus pertenencias como muy valiosas pero no advierten que lo más valioso que tienen es la vida.

Y ante la muerte de tantas personas...¿cuántas familias, amigos, conocidos quedan también afectados por un accidente?. Repito..¿por dónde comenzaremos a cambiar?, ¿de qué valdrá el esfuerzo de quienes ponen en práctica costosos planes de educación vial si no encuentran eco en personas, familias, gobernantes?.

La familia es hoy -y si no lo es debería volver a serlo- la encargada de dar ejemplo de vida, de comportamientos saludables, de respeto hacia los demás, de austeridad y de todo cuanto podamos imaginar sirve para construir un mundo mejor donde las personas aprendan desde la infancia que todos somos sujetos y no objetos, que los objetos están y sirven a las personas pero no los complementan, los que nos complementamos somos los seres humanos porque por el principio de solidaridad, lo que le suceda a un ser humano, aunque sea un desconocido para mí, me afecta y afecta mi vida y mi modo de estar en este mundo, nos afecta a todos y pone en riesgo la paz.

Ojalá seamos capaces de soñar con un mundo sin guerras, sin violencia, sin muertos inútiles, ojalá seamos capaces de cuidarnos los unos a los otros y no pensar siempre "a mí no me va a pasar" porque es lo peor que nos puede pasar pensar de esa manera; a todos nos puede suceder un accidente, a todos nos puede sorprender la desgracia a la vuelta de la esquina y el que hoy murió en la ruta, mañana puedo ser yo, el accidente siempre está latente, lo que tenemos que hacer es apelar a todos los cuidados posibles, y hasta los imposibles, para tratar de evitar una mala maniobra, una discusión que nos hace perder la racionalidad, un afán de competiitividad, de pasar al que viene más rápido que yo para hacer valer mi poder, mi automóvil más poderoso, etc. etc.

No todas las soluciones están en nuestras manos, pero muchas sí lo están; para empezar, si somos padres, educar en la responsabilidad, cuidar a nuestros hijos adolescentes sin tener vergüenza de ser tildados de sobreprotectores, enseñarles a cuidarse y a quererse en todos los órdenes y momentos de la vida y así, cuando llegue el momento de conducir un vehículo, seguirán poniendo en acto todas las enseñanzas y advertencias, obedecer las señales que indican qué sí y qué no y sobre todo, teniendo a la prudencia como guía para cualquier decisión.