domingo, 4 de mayo de 2008

No encandiles ni te encandiles, todos podemos ser víctimas

Debido a los accidentes sucedidos en estos días y luego de recorrer la ciudad en automóvil, y verificar lo mal que se sigue conduciendo, comprobé que, a pesar de los mensajes emitidos desde todos los medios de comunicación, de las innumerables iniciativas destinadas a concientizar sobre la necesidad de conducir responsablemente, y de las acciones destinadas a la educación vial, seguimos teniendo una gran falencia como seres humanos, y el resultado está a la vista.

El viernes pude también, palpar de cerca el deterioro moral que causa la muerte absurda de una persona en un accidente de tránsito. Tres veces por semana concurro a un gimnasio y conozco a quienes se desempeñan como instructores y también a quienes van, como yo, a desarrollar una rutina.

Todo transcurre, generalmente en un clima distendido y de alegría pero el viernes al entrar, pude apreciar que todos tenían una expresión de tristeza infinita. Cuando pregunté por la causa me contaron que había fallecido el esposo de la instructora de streching, un imprudente alcoholizado al volante nuevamente era el responsable. La víctima: un joven de alrededor de treinta años que estuvo en coma varios días con el cerebro destrozado.

Realmente, después de haber escuchado el relato, me quedaban muy pocas ganas de seguir escribiendo en este blog (en el que no suelo aludir a situaciones personales) publicando consejos y colaborando para aportar un granito de arena tendiente a generar una conciencia colectiva en el tema vial. Al final, decidí que no debía dejarme vencer y que debía insistir con la temática pero, también reforcé mi parecer al respecto de que nada puede cambiar desde afuera; porque no es lo que llega del exterior lo que puede hacer que una persona sea consciente de su responsabilidad con respecto a sí mismo y a su prójimo.

En estos tiempos, como nunca quizá en otra época me parece que todo tiene que comenzar por la formación de una conciencia recta, que pueda responder a los desafíos de este tiempo diciendo “sí” cuando se debe y “no” cuando todo indica que es la mejor opción posible y aquí, cobra un especial e insustituible rol la familia. Habrá muy buenos planes para llevar a las escuelas la educación vial y se seguirán desarrollando ideas al respecto pero sin el compromiso de padres responsables no habrá hijos responsables, en todos los órdenes de la vida, que sepan elegir el bien y evitar el mal.

¿Qué adulto a esta altura no sabe que el conducir alcoholizado, por poca que sea la cantidad ingerida, a la larga o a la corta, alguna consecuencia tendrá y el resultado podrá ser la pérdida de una o más vidas? Pero parecería que lo que ha perdido valor es la vida y la capacidad de realizar opciones por ella. No hay conciencia de que la vida es una sola y aparte de valiosa, es corta ¿por qué entonces apresurar su final?.

También se advierte, en muchos casos, cierta dosis de omnipotencia y ese pensamiento infantil de “a mí no me va a pasar” que notamos en algunas personas, fruto quizá de una excesiva autoconfianza . Hay personas que actúan a partir de un pensamiento mágico, como si no tuvieran que realizar ninguna clase de aporte personal para evitar un accidente y así cometen toda clase de torpezas. Una de ellas es la que detallo a continuación y que lo sufrimos especialmente en las rutas.


El encandilamiento


El deslumbramiento corresponde a una pérdida temporal de visión, al ser iluminada una zona de la retina del ojo cuando éste no está adaptado a ese nivel de iluminación. Su gravedad reside en que, en ciertas condiciones, el tiempo necesario para recuperar la visión "normal" puede llegar a ser de un minuto, lo que implicaría recorrer a una velocidad de 100 km/h, más de dieciseis cuadras con la disminución reducida por dicho efecto, circulando la primera parte de ese recorrido, virtualmente "a ciegas".

Causas:

Los deslumbramientos tienen diferentes causas. No sólo pueden producirse por la iluminación de un vehículo que circule en sentido contrario, también puede producirse por otras circunstancias del entorno (incorrecta colocación del alumbrado público, amanecer, atardecer, reflejos, etc)

En todos los casos, el tiempo durante el que persiste el efecto sobre el conductor, depende entre otras cosas de la intensidad, frecuencia y duración de la luz y de las características de la via

Consejos:

No mirar de frente las luces del otro vehículo. Dirigir la mirada hacia el lado derecho de la calzada.
Reducir la velocidad lo necesario y si el deslumbramiento llega a privarnos de la visión, deberemos parar (en forma segura) hasta que nos hayamos recuperado.
Si el deslumbramiento viene producido por el espejo retrovisor, cambiar éste de posición con la mano o desviar un poco la cabeza.
Si el deslumbramiento es durante el día y debido al sol, colocar adecuadamente los parasoles.
Se debe tener especial cuidado los días de lluvia, ya que se aumentan los efectos del deslumbramiento por "reflexión" de la luz sobre la calzada.

Riesgos innecesarios

Para advertir al otro conductor que lleva la luz de largo alcance (alta) y nos molesta, se debe hacer algún destello, pero nunca "combatir" encendiendo las luces de tal forma de provocar un encandilamiento.
Esta picardía debe desterrarse por razones de seguridad y de respeto, ya que, de sumarnos al deslumbramiento, generamos una situación de riesgo para todos los involucrados en la vía pública.
Por otra parte, puede ser posible que el otro, no sepa que está encandilando (¿a usted nunca le pasó no darse cuenta de algo?) y entonces prejuzgaríamos su mala intención.

Deslumbramiento y edad

La resistencia al encandilamiento disminuye un 50% cada doce años.
El tiempo requerido para recuperarse del encandilamiento, también aumenta con la edad.

Esperemos que con el tiempo estos temas vayan adquiriendo la profundidad y el valor que merecen para que podamos todos circular por calles y rutas cuidándonos mutuamente.
Los que somos creyentes y pudimos adquirir ciertos valores trascendentes recordemos que hay consejos que, en lugar de prohibirnos cosas, nos invitan a ser prudentes para nuestro bien: el “no matarás” es uno de ellos.

Texto: María Inés Maceratesi

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