Mostrando entradas con la etiqueta Para pensar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Para pensar. Mostrar todas las entradas

martes, 20 de octubre de 2009

El "reflejo" de nuestros fracasos en Seguridad Vial

Muchas veces me pregunto como poder expresar los resultados de nuestros fracasos como técnicos, profesionales, funcionarios, políticos en las múltiples áreas que hacen a la SEGURIDAD VIAL de nuestra sociedad.

Nuestros Fracasos que se hacen evidentes a partir de las contradicciones (“vendemos” los productos ponderando determinadas cosas como virtudes –velocidad, alcohol, etc.- y por otro lado los condenamos en nuestras leyes formales como los principales productores de daño) de los retrocesos (establecemos sanciones severísimas que luego disculpamos “magnánimamente”), de las acciones hipócritas (sancionamos leyes que luego no controlamos, y en muchos porque ni siquiera quien las debe controlar las cumple), de los intereses mezquinos y hasta “miopes” (la extensión de licencias de conducir es una “fuente” de recursos –económicos cuando no de “amiguismo”- antes que una responsabilidad social del estado) o en la simple demora de “tomas de decisiones” (¿cómo puede ser que aún en muchas jurisdicciones del país transportemos a nuestros hijos –escolares- en unidades que fueron desechadas del transporte público por vetustas?).
Hay tantos ejemplos de Nuestros Fracasos como técnicos, profesionales, funcionarios, políticos.
Pero
, ¿cómo reflejarlo?

Las Madres de la Asociación Valoremos la Vida nos hacen llegar la “carta” de una madre, Flor Zapata, (española, autora de un blog que en varias oportunidades he leído), solicitando su difusión. La carta ha sido escrita para otras madres en igual situación.
Pero no la quiero transcribir
desde la “comodidad” de la tercera persona, del “ajeno”.
Quiero transcribirla “involucrándome” y reflejando en sus palabras los resultados de nuestros fracasos (y digo fracaso, NO “frustración”, porque hay que seguir trabajando).


"Queridas compañeras en el dolor:

Muchos amigos y conocidos me piden de vez en cuando que escriba a otras madres en igual situación que yo, es decir "madres sin hijos" o con la pérdida de alguno de ellos.

Creo que ellos confían demasiado en que yo sea capaz de paliar vuestro dolor, porque quizás piensa que tengo facilidad para plasmar en el papel lo que sentimos todas las madres que hemos perdido a nuestros hijos.

Pero es sólo eso, plasmar nuestro sentimiento, porque en lo que se refiere a consolar, mitigar o apaciguar nuestro dolor, es imposible que haya nadie que sea capaz.

Todas nos reconocemos en las otras porque hemos pasado por lo mismo, aunque cada persona lo manifieste de una forma distinta.

Pero sí es cierto que entre todas nos podemos ayudar, porque hay algo muy fuerte que nos une. Es la fuerza que nos han dejado nuestros hijos para luchar.

Sé que todas hemos pensado y deseado morirnos, pero no es tan fácil morirse y aunque nos dejásemos morir, tardaríamos mucho y produciríamos más dolor a otras personas.

Creo que esta fue la conclusión a la que llegué, después de haber pasado por mi cabeza imágenes, fantasías o llamarlas como queráis, muy negras.

Mi dolor, mi rabia y me pena me hizo comenzar a escribir.

La muerte de mi hija no podía quedarse en una muerte absurda y mi hija que era una chica alegre, risueña, simpática con todo el mundo, bella por dentro y por fuera no podía ser invisible a los demás, no podía ser una muerte más.

No soy una persona fuerte físicamente, al revés, siempre he estado un poco pachucha, pero su fuerza se quedó conmigo y me propuse que haría lo posible para cambiar este mundo que ella apenas había disfrutado. No podía permitir que a otras madres les pasara.

Así comencé a escribir a todo bicho viviente y en especial a los jóvenes, principales afectados en este problema de los mal llamados accidentes de tráfico.

Os cuento esto, porque creo que sólo dentro de vosotras está la formula para paliar vuestro dolor. Sólo tenéis que encontrarla, aunque tardéis.

Nos queda algo importante por hacer, en nombre de nuestros hijos.

No los hemos traído a este mundo, no les hemos cuidado, luchado, educado, para que sus nombres, sus ilusiones, sus proyectos se queden en una cuneta o en una calle. Ellos no lo querrían.

Yo os invito a transformar vuestra rabia y vuestro dolor en fuerza. En una fuerza inmensa que nadie la pueda parar.

Somos "la mano que mece la cuna" y tenemos que hacer todo lo posible por cambiar esta sociedad. Cada una en su medida, cada una en su entorno, cada una según sus posibilidades y su área de influencia.

¡Luchemos por cambiar esta sociedad!

El alcohol, las drogas, la velocidad, la violencia, las prisas, la falta de valores, el dichoso dinero que todo lo toca y parece que es el único fin, todos ellos son temas sobre los que podemos influir y sobre los que merece la pena que empecemos a gobernar.

Encontrad la forma de hacer algo positivo.

Nuestro dolor jamás pasará, pero no podemos quedarnos en un rincón sin hacer nada. Seguiremos llorando, no importa, el llorar nos reconforta, pero andando y sobre todo, conseguiremos que otras madres no lloren lo que nosotras.

No tengáis prisa, no hay prisa, ya tenemos todo el tiempo de nuestra vida.

Y recordad que las mujeres además de traer hijos a este mundo, son las que lo mueven, somos el motor y es algo que tenemos que hacer nosotras, porque los hombres no serán capaces, quizás porque no les enseñaron a llorar.

Estamos unidas en el dolor.

Un beso muy, muy fuerte.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena



Nota y comentario:

La reflexión y la carta precedentes nos llegó a través del Dr. Eduardo Bertotti, Director de ISEV (Instituto de Seguridad y Educación Vial) y la transcribimos tal como nos la envió. Desde ya muchas gracias a Eduardo Bertotti porque esta carta quizá sea mucho más significativa que mil tratados de Seguridad y Educación Vial ya que solamente quien perdió un ser querido a causa de un accidente vial, puede expresar todo el dolor que brota de su corazón de la manera que esta madre lo hace. Esperemos que en un futuro no muy lejano, aprendamos a cuidar y respetar la vida. Nuestros fracasos, como los denomina Bertotti, a mi entender, pasan por desentendernos de nuestros derechos y deberes de ciudadanos aceptando y convalidando actos de corrupción menor que luego se transforman en una corrupción generalizada que tanto daño nos está haciendo.

María Inés Maceratesi

martes, 8 de septiembre de 2009

Rutas argentinas: 27% de los muertos son jóvenes de 13 a 25 años


Los jóvenes de 13 a 25 años son el 27% de las víctimas fatales en accidentes de tránsito en las rutas de todo el país. De ese total de víctimas, 76% son varones.

Los datos pertenecen a un estudio de la organización civil Luchemos por la Vida, que advierte que los conductores jóvenes protagonizan tres veces más accidentes que los mayores. “Los accidentes de tránsito son la principal causa de muerte en los adolescentes y jóvenes. Además, muchas de las situaciones están ligadas al consumo de alcohol, que es un inhibidor de los reflejos y genera una gran propensión a los accidentes. Esto tiene como consecuencia la generación de discapacidad motriz o mental luego de un accidente en gente muy joven”, sostuvo el psiquiatra Juan Reboredo.

La Comisión de Estudios y Evaluación de Estadísticas de Accidentes de Tránsito (Ceat) de Mendoza agregó otro dato: muchos adolescentes que no manejan son víctimas también de los accidentes viales. Según un sondeo, 40% de los internados por accidentes son menores de 15 años. “Siempre los accidentes tuvieron en promedio como protagonistas a personas de entre 15 y 40 años pero reconocemos que en las últimas estadísticas figuran cada vez más jóvenes.

La inexperiencia al conducir y cierta irresponsabilidad al andar más rápido y no medir las consecuencias son algunos de los problemas que enfrentamos”, dijo el director de Seguridad Vial de Mendoza, Heriberto Ojeda. En esa provincia la edad de la mayoría de las víctimas fatales es 22 años.

Fuente: Diario Los Andes – Mendoza, edición digital, 8/9/09 – Claudio Barros

domingo, 2 de agosto de 2009

Obligan terapias a un padre y su hijo para acatar normas viales


Desde los 14 años, conducía una moto sin registro, sin casco y, en consecuencia, sin cobertura del seguro. Pesaba sobre él una prohibición para manejar, que incumplía al punto de reincidir en la misma falta cuatro veces. En la última infracción, le secuestraron la moto y condenaron solidariamente al padre a pagar una multa de $ 800 y a controlar a su hijo para que acatara las leyes.

Todo fue en vano hasta que, en un fallo que fija jurisprudencia en la Justicia de Faltas de Vicente López, una jueza condenó al menor reincidente y a su padre a realizar un curso de seguridad vial y a asistir juntos a terapia familiar en una dependencia pública para "proteger al menor y rescatarlo para una vida responsable".

El fallo supeditó, además, el otorgamiento futuro de la licencia de conducir al cumplimiento efectivo de lo dispuesto por el tribunal.

Pero lo más novedoso de la sentencia radica en la imposición de psicoterapia en el Centro Municipal de la Niñez, "extensiva a todos los miembros de la familia que los psicólogos crean conveniente" para modificar conductas.

La jueza de faltas Marta Lakovich argumentó en su sentencia sin precedentes que "la conducta del hijo es consecuencia del ejemplo del padre", y que éste "ha demostrado en todo momento una actitud en contra de las autoridades y las leyes".

Comprobó que el padre, un ex miembro de la policía bonaerense, trabaja como remisero y que su vehículo no tiene habilitación como tal. Que había sido alertado sobre la conducta del hijo y no impuso ningún control. Y, cuando se presentó ante la jueza, se manifestó de forma irrespetuosa. La policía argumentó que el menor carecía de licencia porque su edad se lo impedía, pero que sabe manejar.

"No cabe duda de que los menores repiten lo que reciben en el seno familiar", dijo Lakovich, al vincular las faltas del chico con las del padre, quien tampoco tiene habilitación como remisero y al parangonar la actitud desairada del menor ante la autoridad durante el careo con la misma conducta que había tenido el padre delante de la jueza.

Lakovich se refirió también a la esterilidad de aplicarle multas, "ya que no las paga" -dijo- y a la necesidad de disponer una sanción que posibilite la reeducación del núcleo familiar para el respeto de las leyes de tránsito, como de la vida propia y la de terceros, debido a que el menor "conduce sin casco, realiza maniobras imprudentes y pone en riesgo su vida y la de los peatones.

Según la sentencia, el director de un colegio de la zona había también requerido la intervención de inspectores de tránsito para frenar "la imprudente conducta del menor con su moto".

En diálogo con LA NACION, el padre en cuestión, cuyo apellido no se revela para preservar la identidad del menor, reconoció las faltas del hijo y dijo que había asistido al centro para realizar la terapia, que no pudo comenzar por la expansión de la gripe A. Adujo, sin embargo, que el grueso de la condena de la jueza se basó en un testimonio falaz de un inspector de tránsito, que la magistrada no cuestionó.

"¿Qué padre responsable permite, luego de un apercibimiento, que su hijo siga manejando? Mi íntima convicción es que el menor imputado está totalmente desprotegido en sus derechos y deberes, ya que desde los 14 años conduce sin licencia, sin casco, con maniobras imprudentes y todos sabemos que una moto es un arma mortal para el que la empuña como para terceros. Es un tema de educación, en el que se nota que la conducta del padre es peor que la del hijo", dijo la jueza a LA NACION.

Loreley Gaffoglio
Fuente: LA NACION

lunes, 20 de julio de 2009

"Persiguiendo" al peatón transitamos un camino peligroso

Recientes publicaciones en los medios de difusión señalan estudios y comentarios respecto a la participación de peatones en los siniestros viales.

Cabe destacar que tal participación debe ser bien explicitada:

El mayor porcentaje, por lejos, se obtiene en las zonas urbanas, es decir en el ámbito de las ciudades, donde el peatón es mayoritariamente, el usuario primordial de la vía pública. Asi es que cuando analizamos su participación en la siniestralidad vial grave total (en zonas rurales y urbanas) difícilmente supere en la última década el 15 %.

Por el contrario en las ciudades dicho porcentaje de participación crece hasta alcanzar un piso del 30 %. Esto es común a las realidades de casi todas nuestras naciones latinoamericanas.

Ahora bien, el problema es que, en la desesperación, se pretenda adjudicar la responsabilidad del siniestro a la, valga la redundancia, “irresponsabilidad” del peatón.

Con todo, el peatón sigue siendo el participante más vulnerable de los usuarios de la vía pública y el conductor de automotores el responsable de aportar riesgo a la circulación en las ciudades.

Como bien ha señalado el Prof. Luis Rizzi, del Dpto. de Ing. de Transporte y Logística de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la vía pública “es el ambiente más complejo al que el ser humano está expuesto en el día a día y donde la tasa de errores (incluyendo irresponsabilidades) es muy alta. La gran mayoría de las personas que más camina o usa la bicicleta en nuestros países es gente que tiene poca o nula experiencia de manejo y, por lo tanto, no saben lo complejo que es conducir un auto. A esto sumemos un diseño urbano y vial pensado para el automóvil, tales como ciclos de semáforos que privilegian la circulación vehicular en desmedro de la peatonal, anchos de calles con tiempos de cruce no acordes con la velocidad de circulación de niños, ancianos y personas con discapacidades, señalización peatonal inconsistente, etc. En fin, diseños viales que no contemplan en absoluto las recomendaciones de los modernos estudios de factor humano, rama de la seguridad de tránsito que se desarrolla a partir del involucramiento de psicólogos en la seguridad vial. Y peor aún, diseños viales que castigan el error (o la irresponsabilidad) con la muerte.”

Un principio legal del derecho de la Circulación es que “el peatón es el usuario privilegiado de la vía pública en las ciudades”.

Una construcción de los jueces (jurisprudencia) en consecuencia del anterior es que “un peatón cruzando distraído la calzada de una ciudad, es un acto prevenible por parte del conductor de un automotor, que es quien aporta el riesgo”.

Es cierto que cada vez hay menos jueces que los citen en sus sentencias.
Pero eso, ¿es positivo?...

Dr. Eduardo Bertotti
Director ISEV

martes, 20 de enero de 2009

Caos urbano


Cuando transitamos a cualquier hora por las calles de Buenos Aires, puede sorprendernos en cualquier esquina un accidente automovilístico. A pesar de la existencia de semáforos y también frente a la presencia de algunos policías que están de guardia en algunas calles, el peligro sigue ahí y se agudiza día a día. A esa situación podríamos agregarle un elemento que es aún, a mi entender, mucho más preocupante, el humor y la agresividad de algunos conductores y/o peatones que no escatiman palabras y gestos a la hora de mostrar su disconformidad por alguna maniobra mal realizada o algún cruce de calle en momentos en que el semáforo nos advierte no hacerlo.

Me preguntaba entonces si será suficiente el sistema de resto de puntos de la licencia de conducir, si será suficiente una sanción cualquiera para evitar estas situaciones.

Un hecho puntual

Quisiera ejemplificar el tema con algo que me sucedió ayer, y no es la primera vez: voy caminando por una avenida , llego a la esquina de otra, espero la luz verde para cruzar y cuando llego a la mitad de la calle, un motociclista que tenía vedado el paso porque aún no se había puesto el semáforo en verde para él, arranca desde la primera fila de cuantos estaban esperando, a toda velocidad dejándome perpleja y paralizada en mitad de la calle; yo iba acompañada por lo cual le hicimos una señal de que tuviera cuidado por él y la respuesta no se hizo esperar, el conductor de dicha moto frenó un poco y se despachó con una descarga de insultos tremenda sobre nosotras.

Y no es la primera vez que nos pasa, nos sucede día a día en la calle, con los autos y motos, pero también en las veredas, con la gente que va caminando como si fuera sola y no circulara nadie más por ellas, así nos van pisando los pies, chocando y empujando sin miramientos de ningún tipo. Y ni qué hablar de las mamás jóvenes con cochecitos enormes que ocupan media vereda, o cuando hacen estacionar un taxi o un remise en cualquier lugar, aún frente a los portones de garages particulares -ojalá no tengamos que salir con nuestro auto en esos momentos porque será una odisea- sin importarles nada de los demás.

Los derechos propios finalizan donde comienzan los de los demás

Me pregunto dónde ha quedado ese axioma que dice que el derecho de uno termina donde comienza el del otro. Por lo menos, en algo regulaba nuestro proceder y nuestra conducta, había un parámetro que nos regía y que respetábamos; hoy no existe, hoy el derecho es mío y la obligación es de los demás para conmigo, esa parece ser la premisa. Desde luego que no debería serlo, pero lo es.

Hoy me despierto escuchando que asesinaron a un taxista, que un auto particular lo persiguió hasta que lo alcanzó - por un roce previo entre vehículos - y lo mató de cuatro balazos. ¿Pero dónde estamos viviendo los argentinos? ¿Cuáles son los valores que nos quedan como para organizar nuestra convivencia en este tiempo?. ¿Cómo ser parte, involucrarse y comprometerse con el otro si el otro no quiere y lo que es peor, si se enoja corremos el riesgo de que nos mate? ¿En razón de qué se permite a cualquier persona portar un arma sin evaluar su condición psicológica periódicamente?.

La inseguridad, el monstruo que nos persigue

¿Acaso la inseguridad es una excusa para todo? ¿Acaso será que es más válido actuar violentamente primero para que el otro no me gane de mano?. ¿Cuál es el rol que cumplen los policías que están en algunas esquinas ajenos a todo, jugando con sus celulares, enviando mensajes de texto o conversando con algún vecino sin interesarse por lo que sucede a su alrededor?.

¿Y de qué seguridad y educación vial tenemos que hablar cuando no tenemos educación básica, modales, capacidad de detener los impulsos agresivos, controlarlos y dirigirnos al otro con respeto, como si habláramos con nosotros mismos?

¿Puede ser que algunas personas estén tan enojadas consigo mismas que las lleva a enojarse con medio mundo?. Personalmente pienso que nadie que no se respete puede respetar a otro, nadie que no se valore puede valorar a los demás, nadie que no se sienta vulnerable puede entender que la vida es efímera y vulnerable, que un accidente puede dejar incapacitado a otro pero también a uno mismo, que todo tiene un límite pero hay que tener la madurez de reconocerlo y aplicarlo.

Vivimos en una sociedad inmadura y adolescente, como individuos expresamos nuestro deseo de que cambie para bien pero, en el fondo, cuando nos toca actuar en medio de mucha gente, demostramos una total incapacidad de autocontrol y sale lo peor de nosotros mismos en forma de incontinencia verbal primero y luego de manifestaciones físicas violentas.

Pero de nada sirve seguir haciendo un diagnóstico sobre estos temas, más vale comenzar a actuar y para ello, nada mejor que apelar a la cordura de, aunque sea una persona que se encuentre cerca nuestro; puede ser un padre, una madre, un hermano o hermana, un amigo, nuestro cónyuge...porque es casi imposible que dos o más tengan las mismas reacciones en el mismo momento.

Pasar de las palabra a los hechos

Supongamos que vamos en el auto, conduce nuestro esposo y alguien nos sobrepasa, seguro que él se pone nervioso, no le gusta que el otro lo sobrepase y comienza a perseguirlo ¿qué hacemos?...¿dejamos que lo haga porque si no sería mostrarse más débil? o por el contrario deberíamos calmarlo y conformarnos pensando: ¿no será mostrarse más fuerte y equilibrado adoptar una actitud de minimizar la acción por el bien propio?.

Quizá una actitud así será considerada una cobardía por muchos pero en estos tiempos en que uno no sabe con quienes se va a encontrar, si están armados o no, si son violentos o no, si tienen problemas psicológicos y se descargan con cualquiera, ese cualquiera puedo ser yo y puedo perder la vida como le sucedió al taxista esta mañana y le sucede a tantos otros en todo momento.

La desprotección ya no tiene parangón, las estructuras gubernamentales deberían comenzar por educar a los policías, dándoles instrucciones claras de cómo actuar y cuándo pero dándoles la libertad de intervenir ante situaciones que requieren intervención urgente.

Es común que haya un accidente de tránsito en cualquier calle y uno acuda al policía apostado en la esquina y éste le responda: "no puedo actuar, no me corresponde, no es mi jurisdicción" o cosas parecidas.

Esto me hace pensar en un pasaje del Evangelio, el del buen samaritano que se paró a ayudar a quien lo necesitaba sin importarle quién era ni de dónde era, simplemente lo ayudó mientras que los del lugar, incluido un sacerdote, le pasaron por delante sin ayudarlo.

Así estamos y esperemos que este año 2009 sea un año en el que se trabaje mucho por recuperar el sentido del valor de la vida humana en todos sus aspectos y etapas y que la educación en valores humanos sea la prioridad en todos los ambientes, en la familia, en la escuela, etc. Solo desde allí podremos seguir civilizadamente y ordenadamente trabajando para conseguir un ambiente vial en el que se respeten las normas.
Textos: María Inés Maceratesi

lunes, 10 de noviembre de 2008

La educación vial parte de la educación integral


En la prevención de accidentes hoy, la mira apunta a los niños para que éstos sean los que concienticen a sus padres y otros adultos, sobre la necesidad de conducir un vehículo con responsabilidad y respeto por las normas vigentes en el lugar donde cada familia reside.

Si bien es una realidad, no me termina de convencer como adulta, como madre, como docente, es más, me avergüenza porque me hace pensar hasta qué punto hemos llegado los adultos en nuestro rol de referentes de los niños para que ahora sean ellos los que nos digan cómo debemos comportarnos.

Algo sin duda, está fallando y debemos reconocer que vivimos en una sociedad adolescente, con ciudadanos que no terminan de comprender la importancia de tener un comportamiento civil acorde con lo que se espera de un adulto.

Ésta y otras tantas razones hacen que en materia de educación vial, los expertos hayan optado por partir de los niños pequeños. Pero paralelamente deberíamos corregir la situación de la población adulta, dado que la responsabilidad de los padres es uno de los pilares sobre los que se asienta la prevención.

Y aquí es donde muchos adultos fallan al no encontrar los medios para influir positivamente en la conducta de sus hijos, tanto en lo concerniente a la conducta vial como en la conducta personal en general.

Uno de los elementos que están ausentes hoy en muchos hogares es el deseable ejercicio de la autoridad por parte de la familia y cómo encaran los padres la alternativa del NO ante una solicitud por parte de alguno de sus hijos o hijas para hacer uso del automóvil, de la moto, de la bicicleta, en condiciones óptimas para que, si tienen la desgracia de sufrir un accidente, sea únicamente por la acción del azar y no por desidia.

Será interesante evaluar nuestra conducta como peatones respondiéndonos: por dónde caminamos, por dónde cruzamos la calle, a qué paso cruzamos, nuestra actitud frente al semáforo, etc.

Para evaluar cómo cruzamos la calle, basta pararse en una esquina y mirar qué hacen los demás y compararlo con qué hacemos nosotros, y veremos que es muy común que algunas personas crucen sin repetar el semáforo, o a mitad de cuadra, escribiendo mensajes de texto con el celular y muchos, cruzando con algún cochecito con un bebé, o con niños de la mano.

Ante el semáforo se nota que algunos se lanzan a cruzar la calle automáticamente antes de que termine de ponerse la luz verde sin comprobar si viene algún vehículo rezagado que intenta pasar con la luz amarilla; al avanzar el que tienen a su lado o delante, repiten el movimiento y cruzan sin comprobarlo. ¿cuánto tiempo se puede perder esperando la luz verde o el muñequito blanco que nos indica que podemos avanzar?

Tampoco damos ejemplo a la hora de conducir, porque seguimos atendiendo llamadas al celular a pesar de las advertencias reiteradas para no hacerlo. Un párrafo aparte para los padres y madres que llevan y retiran a sus hijos de la escuela y provocan un caos vehicular en horas pico:

Estacionan en doble fila

Obstruyen la entrada de cocheras familiares
Algunos bajan directamente a buscar a sus hijos dejando el auto en marcha o en doble fila taponando a los que vienen detrás
Conducen con la bocina y paran en lugares vedados
.


Ante ésta y otras imprudencias ¿qué esperamos que aprendan los niños?, ni más ni menos que a hacer lo mismo que ellos.

Otra actitud que evidencia la falta de interés por el otro, se observa en la circulación por las veredas de calles y avenidas es ésta: circulando en sentidos opuestos, es muy difícil que cuando llega el punto de encuentro, donde alguno tiene que moverse hacia algún lado para dejar pasar al otro, se produzca una gentileza por parte de los hombres hacia las mujeres, de los niños hacia los adultos, de los adultos hacia los ancianos.

Lo común es encontrar personas que caminan de manera autista, chocando a cuántos pasan a su lado, parándose a mirar vidrieras sin importar si otro estaba haciéndolo primero; con un empujón lo desplazan y listo. Las señoras que circulan con bebés en cochecitos no tienen ningún cuidado y atropellan a otros peatones.

Uno puede ir caminando tratando de mantener la calma y de repente siente que sus talones son embestidos por las ruedas de unos cochecitos que, para colmo, son enormes y ocupan gran parte del espacio de una vereda.

Y podríamos seguir describiendo situaciones que denotan que, tanto en lo concerniente a lo que acontece en las calzadas, en las rutas, en las autopistas, como lo que sucede en las aceras de avenidas y calles, muestran que el gran ausente es el respeto y el tener en cuenta a la o las personas que circulan al mismo tiempo que nosotros.

Todas las situaciones evidencian una ausencia de valores considerados básicos para que una sociedad pueda contar con un tránsito ordenado y relativamente seguro. El respeto y la responsabilidad encabezan la lista, seguidos de la solidaridad necesaria como para entender que en este mundo, en esta realidad, en este país, en esta ciudad, en este barrio, simplemente somos uno más, no vivimos solos, sino que convivimos con otros y que compartimos lo que nos pasa. Y en materia de educación de las costumbres, en materia de urbanidad, nos falta muchísimo, de ahí que se debe interpelar a la familia, porque allí es donde se adquieren hábitos y costumbres.
María Inés Maceratesi

viernes, 19 de septiembre de 2008

Conductores mayores de 60 años


Los conductores mayores de 60 años tienen una presencia creciente en la carretera. Si en 1998 sumaban 1.919.845, en 2006, último año del que se disponen datos completos, ya alcanzaban los 3.165.920, un 65%.

Pero no sólo hay que contar con el progresivo envejecimiento de los automovilistas para explicar el crecimiento del número de conductores de más de 60 años. El surgimiento de grandes zonas comerciales en las periferias de las ciudades, el distanciamiento físico de las familias por motivo de trabajo, la posesión de segundas viviendas o el simple deseo de viajar impulsan a un número creciente de personas veteranas a obtener el permiso de conducir.

De hecho, tan sólo en 2006 un total de 12.155 personas mayores de 60 años obtuvieron por primera vez la licencia. Casi 800 de estos conductores, 783 para ser exactos, superaban los 74 años.

Este incremento del número de automovilistas veteranos comienza a plantear problemas de seguridad. Estudios llevados a cabo en Estados Unidos -donde los baby boomers (la generación de los nacidos entre 1946 y 1964) tienen una gran presencia en la carretera- demuestran que el número de accidentes puede llegar a crecer entre un 130% y un 300% en el curso de los próximos 20 años.

La razón es simple, la merma de capacidad física que comporta la edad, hace que los conductores también vayan perdiendo facultades. Sus movimientos son más lentos, sus reflejos empeoran y les cuesta más moverse, tanto para acceder o salir del vehículo, como para moverse dentro de él.Los fabricantes de automóviles y de componentes han comenzado a trabajar en este terreno. Ford Motor Company ha diseñado un traje, el Third-Age Suit (traje de la tercera edad) para estudiar los efectos del paso de los años en los conductores más veteranos.

El mono, de color azul, ha sido diseñado especialmente para limitar los movimientos de sus usuarios, especialmente en la cintura hombros, codos y piernas. Completan la indumentaria unos guantes que reducen el tacto y restringen los movimientos de las manos. El usuario utiliza, por último, unas gafas que reducen la visión, para simular un principio de cataratas, algo común a partir de los 70.

"Gracias al traje nuestros ingenieros pueden comprender cómo se siente un conductor en esta etapa de la vida. El diseño está entonces más en línea con las necesidades reales de los potenciales clientes", asegura Eero Laansoo, ingeniero en el Departamento de Ergonomía de Ford.

Cuando los ingenieros se ponen este traje, pueden comprobar en primera persona qué significa tener dificultades para entrar y salir del vehículo, las piernas se vuelven pesadas, las articulaciones funcionan con más torpeza, girarse antes de abrir la puerta resulta casi imposible y los movimientos, en general, se ralentizan.

Con la información obtenida, los ingenieros pueden reubicar los mandos dentro del vehículo para hacerlos más accesibles, también se mejora su tacto y se trabaja en puertas y maleteros que requieran menos esfuerzo. Incluso se diseñan asientos giratorios que ayuden a entrar y salir del vehículo.

La compañía aeronáutica Boeing ya ha mostrado interés por el traje, que también puede ayudar a mejorar el acceso a las plazas de sus aviones, así como pasillos más fáciles de transitar.Junto al Third-Age Suit, Ford también ha desarrollado otro traje, para simular una mujer en avanzado estado de gestación. El equipo cuenta con una bolsa que se puede rellenar de agua, hasta un máximo de 15 kilos, que no sólo agrega peso, sino también bulto.

El Empathy Belly, que es como se llama el dispositivo, permite comprender cuáles son las limitaciones con las que se enfrenta una mujer embarazada. Además de la barriga artificial, consta de una cuerda que, al tensarla, dificulta la respiración.
Los datos obtenidos con el Third-Age Suit y el Empathy Belly ayudan a introducir mejoras en todas las plazas del vehículo, haciéndolas más accesibles, pero también más cómodas."Sé que he hecho bien mi trabajo cuando nadie se da cuenta de la multitud de detalles que incluimos en ese coche. La buena ergonomía siempre resulta invisible", asegura Eero Laansoo.